viernes, 18 de marzo de 2011

Fragmentos de la primera parte de la novela

REDENTO
         

                                                            ¿Acaso no podéis curar a un espíritu enfermo, arrancar de su                                                       memoria un dolor arraigado, borrar el pesar escrito en su cerebro y con algún dulce antídoto, liberar su agobiado pecho de todo el veneno que le oprime el corazón?
                                                                                                                     W. Shakespeare: Macbeth  
  
  
“Vos tenís la sangre mala, mal parido, la misma sangre que le reventó como un guascazo las venas a tus hermanos; eso es porque sos igualito a tu madre y al malentrañao de tu agüelo ¿sabías vos que me la tiró en la puerta de las casas, como a un perro, pa´ sacársela de encima y no tener que darle de comer? (se agarra otra vez la panza y se arquea tanto que casi junta la cabeza con los pies). Vos olés la sangre, la llamás a tu lao, y la muerte y el resentimiento te han de seguir como perros falderos...”

“Haceme caso, quedate en este rancho y no andés sembrando las desgracias por todos laos, buscá mujer aunque no te guste y casate.”
   
Entonces, escupió en el piso de tierra, se santiguó tres veces y se murió con los ojos secos, abiertos. Chau viejo vizcacha le dije mientras le cerraba los ojos, muerto de risa.








PRIMERA PARTE

Domesticar una araña es cuestión de paciencia: es un bicho desconfiado al principio, huraño y peligroso, sin embargo, contra lo pensado, no pica apenas se hospeda en el cuerpo, no, sólo lo hace si siente temor. El proceso es lento pero irreversible: si la araña lo quiere a uno, no va a picarlo jamás, fabrica redes hermosas sobre el cuerpo, hilos que acarician los pelos del pecho y de los brazos, camina sobre del amo con prestancia y soltura, seductora, a veces creo que al quedarse quieta está pidiendo dormir una siesta juntos, pero no sé, han de ser ideas mías.
  Como es frágil, merece ser atrapada con delicadeza, a la Deolinda la guardé en un frasco grande, de esos de dulce que ya no vienen (ahora hasta de plástico son, el dulce toma gustos indecibles de vaya a saber qué porquerías, lo que fue durazno tiene hoy sabor a nave espacial) porque allí no se siente enjaulada sino libre en una pradera de vidrio por la que puede correr, ilimitada; para lograr este efecto debe acostarse el envase, porque si uno lo deja parado, la pobre intenta trepar y resbala sin cesar, y no hay razón que justifique poner a sufrir a una araña.
   Una vez cautiva, debe uno ganar su confianza: antes que nada, hay que darle de comer. La dieta resulta económica, por eso es una mascota recomendable para los pobres que, como yo, nunca estuvimos en condiciones de comprar alimento para arañas. Con moscas y cucarachas, alguna langosta (abejas no, porque es un bichito muy útil) y otras criaturitas, la araña se conforma y no pide más.
   De a poco hay que acercarle el calor de la mano, primero arrimándole un dedo o dos, solita se acerca acostumbrándose al cuerpo, se lle nota asustada, pero uno, si presta atención se da cuenta de cómo se envalentona en cuestión de nada, es un bicho valiente la araña si uno se pone a pensar, se enfrenta con animales mucho mayores que ella como las cucarachas, las mismas moscas y hasta los alacranes, baste pensar que algunas pueden matar un cristiano. Olvido lo importante: a la comida hay que dársela viva, porque sino no la come. A las arañas no les gusta que les regalen nada, no se conforman con menos que terminar el trabajo.
   Por fortuna le gustan harto las baratas, y como la pieza está llena, le tengo la subsistencia garantizada: sé que siempre he de hallar por lo menos una en la alacena, la atonto con la palma de la mano y antes de arrojarla al vacío del frasco, con la punta de un lápiz le toco para ver si mueve las patitas en asquerosos estertores.
   A las moscas les saco las alas y con quieto detenimiento me siento para ver como les duele el veneno, sí... pensándolo mejor, la araña es un animal cruel, porque sabe que la parálisis desespera, y si lo sabe, ha de disfrutarlo como todo bicho que detenta el poder, camine en ocho, cuatro o dos patas.
   Cumplido el primer paso empieza a notarse que a la bicha le gusta la tibieza, entonces podemos dejarla que se encarame a un dedo, que tome el reverso de la mano, si hay pelos mejor, le gustan; hay que quererla, sin miedo, porque no es una mujer ni un amigo, y si uno la cuida, no se violenta con ella y le muestra respeto, la araña respeta.
   Con la Deolinda las cosas se han dado así, con total naturalidad, nos queremos y respetamos tanto que después de ella, no he pensado en tener otra araña, es que soy hombre de aferrarse a pocas cosas. Eso sí, he tenido siempre la precaución de mantenerla alejada del cuello, por si las moscas, porque no me acuerdo quien – pero era uno que sabía - me dijo que las venas de por esos lados la pueden engolosinar y si pica ahí, no hay vuelta. Y como dije, nos queremos tanto... lo demuestra ella, una reina, coronando a este triste peón y soldado con un cariño único que consigue hacer agonizar de a retazos a la melancolía; después yo tomo la tela y la pongo entre los dedos y desplegándola al sol acaricio con la vista las formas concéntricas, los colores extremos que los rayos colPublicar entradaorean sobre los hilos y me siento nuevamente amado por la Deolinda. Esos días, la mimo con un comepiojos, a veces me lleva todo el día encontrar uno.

1 comentario:

  1. Muy bueno, Don Segundo! lo leeré atentamente en las sucesivas publicaciones, ahora fíjese que un poco más arriba hay un pequeño error,se mezcla con el texto un "Publicar entrada" del blog, tendrías que ver cómo se soluciona.
    Un abrazo bloguero!
    http://loimposiblesolotardaunpocoms.blogspot.com/

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